domingo, 29 de noviembre de 2020

 "10"


Se convirtió en más que una persona. Con esto no quiero decir que era un buen tipo o un ejemplo a seguir. No recuerdo una época en la que su nombre no aparezca. Tengo 26 años. No viví su talento en vivo. No recuerdo cuando descubrí su existencia.
Al igual que con mis padres y mis hermanos, siempre estuvo ahí.
Así, para un país entero, por decadas. Alabado y criticado por igual. Se convirtió en más que una persona. Pero no gracias a él. Gracias a los demás.
Al parecer, tuvo todas las características que nuestra cultura valoraba. Cumplió todas las fantasías colectivas que un pueblo deseaba.
Por eso, observo los comentarios de los que lo aman y los que lo odian. Pero en realidad nadie está hablando de él. Todos están hablando de si mismos. Lágrimas con un padre que ya no está, euforia compartida con un hermano u hermana, puteadas, enojos, anécdotas. Recuerdos.
Los recuerdos son nuestra identidad. Los que lloran por su partida, en realidad están llorando eso. Personalmente, yo disfruto de su fútbol y desapruebo sus acciones en la vida privada. Fue un infinito gris que siempre me pareció interesante de observar. Hasta en su muerte.
Estuve todo el día pensando en él, o en todos mejor dicho, o en mi. Y llegué a la conclusión de que, y esto no lo digo a manera de halago sino como una observación objetiva, efectivamente, se convirtió en más que una persona.
Rorro



miércoles, 20 de mayo de 2020






El encierro se convirtió en un encierro mental.
 Pero me doy cuenta nuevamente de que soy fuerte.
Hay días en los que sentí que no iba a volver a sentirme fuerte.
 Pero siempre una pequeña llama en mi interior no se apaga.
Puede haber vientos huracanados a su alrededor pero de alguna forma la mantengo encendida.
 Esperando la próxima chispa que haga crecer el fuego otra vez.
 Hoy esa chispa apareció.
Y el fuego vuelve a ser lo suficientemente grande para poder abrigarme. 


                                                                           Rorro

martes, 22 de octubre de 2019

"Smart people will understand it without asking and the smartest will enjoy it without understanding" 
                                                  -Rorro


domingo, 25 de agosto de 2019



Tatoo



Durmiendo bajo lunas de algodón 
Iluminados por corazones de neón
La lluvia cae y yo subo
Nunca dejo de buscar el rumbo
Mi mente duda todo el tiempo pero es humo
Solo soy libre cuando lo asumo
Busco sensaciones que me hagan bailar
Solo riendo logro brillar
¿Sabías que todo es un chiste?
Me lo contó un tipo con cara triste
Se rió y se cortó las venas con un cuchillo sin dientes
Yo no pude entender, parecía tan inteligente
Estaban todos serios y yo me empecé a reír de repente
Una frase vino a mi mente
"La vida es como un ciego que se hace un tatuaje
Es dolor sin recompensa"
Igual no me interesa, yo quiero dejar un buen dibujo 
Para decorar este paisaje


Rorro


martes, 11 de junio de 2019


¿Por Qué?




Lo peor de todo es el sin sentido.
Si uno tiene un accidente automovilístico porque un conductor ebrio lo choca, sabe que puede culpar a la irresponsabilidad de la persona que decidió manejar y consumir alcohol. Si uno es víctima de un robo puede culpar al ladrón. Si uno recibe accidentalmente un disparo de un oficial puede culpar a su mala praxis policial.
Pero, ¿a quién puede culpar una persona que descubre que padece de cáncer? (Si, sabemos que si uno fuma a la larga puede derivar en cáncer de pulmón). Pero en este caso, me refiero a un tumor embrionario, que no aparece por vicios, mala alimentación o contaminación ambiental. Uno puede desarrollarlo o no, a cualquier edad.
Imaginen que un niño de 13 años, de clase media, sin una vida particularmente estresante, que no tuvo el tiempo lógico para formarse como ser humano y no podía aún ser considerado como “buena” o “mala” persona (para así si hablamos en un término más místico podríamos referirnos al “karma” como una excusa, justificando su enfermedad como un castigo por su negativo desempeño como persona) pero no. No había una razón para que este niño sufra todo lo que iba a sufrir.
Este niño era yo.
La rutina se repetía cada dos semanas, me despertaba al mediodía, ya con una sensación de angustia y una tensión en el estómago, que nunca se iba. Muchas veces comenzaba a vomitar desde mi casa, sin haber recibido nada de quimioterapia aún, y no paraba hasta volver de la internación. Llegaba el momento en que mi padre me llevaba en el auto, junto con mi madre y mi hermano, hasta la clínica Bazterrica. Era un trayecto desde Sarandí hasta Palermo, así que teníamos poco más de una hora de viaje. Yo miraba por la ventana, las casas, los edificios, la gente conversando, los perros de la calle, todos los detalles de la ciudad.
Y deseaba con todas mis fuerzas no llegar.
Durante todo el camino con lo único que fantaseaba era que pasara algo, una manifestación, un accidente de tránsito, cualquier cosa que les haga decir a mis padres: “Bueno, hoy ya no llegamos, volveremos mañana, vamos a casa.” Y poder disfrutar de la sorpresa de la rutina alterada, para así volver a respirar con alivio al no sentir esa tensión en el estómago, aunque sea un rato.
Yo estaba consciente que la quimioterapia era justamente lo que debía hacer para curarme, para volver a tener una buena calidad de vida, para poder vivir. Pero el sufrimiento de estar internado, vomitando, sin poder dormir por días, había llegado a un punto en el que no podía soportarlo más. Estaba desesperado por una tregua. Era como un perro perdido en el mar que ya no tenía energía para seguir pataleando al intentar no ahogarse y buscaba una superficie, algo, a lo que aferrarse unos segundos, para poder descansar.
Pero siempre llegábamos a la clínica.
La rutina nunca se alteró. Subía por el ascensor, llegaba al piso de pediatría, entraba a la habitación y veía la cama que iba a ser mi hogar por los siguientes tres días, sábanas blancas, un colchón firme pero no amigable y una almohada demasiado inflada. A veces, con solo llegar a la habitación, me sentaba y me largaba a llorar, buscaba en los ojos de mis padres algún consuelo pero solo encontraba la misma tristeza e incertidumbre que había en los míos.
Por fin llegaba el momento de colocar la vía, yo lo sentía como si me estuvieran encadenando a la cama. Significaba que por los siguientes días no iba a poder moverme con libertad.
Se hacía la noche, el silencio era constantemente interrumpido por las maquinas que me administraban la medicación. El tiempo era infinito y doloroso. Mi mente sin dormir solo repetía la misma pregunta una y otra vez:
“¿Por qué?”
Pero nadie me respondía.


Rorro


viernes, 7 de junio de 2019


A Mi No



Creo que estaba en cuarto grado.

Fue una de esas charlas que iban a tomar importancia, años después, solo en mi mente.

Todavía no entendía el concepto de cáncer.

Solo era una palabra relacionada con otros, viejos, personajes de películas, todo aquel que no era yo ni mis amigos.
Estábamos en la inocencia total, nuestras preocupaciones eran que nos vaya bien en la escuela y no perdernos los dibujos animados en la tele.

No sé cómo surgió la conversación, quien sacó el tema o por qué, pero hubo un día en el que nos encontramos hablando sobre el cáncer.

Alguien mencionó que era una enfermedad posible en todos nosotros, que de alguna forma se “activaba” o no por distintas razones. Recuerdo sentir una especie de miedo al enterarme de eso. Pero, a la vez, me parecía algo tan lejano e imposible en mi vida. Yo era un nene inocente que le gustaba dibujar y ver películas. No me podía pasar nada.

A mi no.

Todo esto vino a mi mente mientras la oncóloga iba escribiendo en una hoja el plan a seguir con todas las sesiones de quimioterapia que me esperaban el resto del año.
Yo no lo podía entender, acababa de operarme, creía que con eso bastaba. Al fin me había librado de los horribles síntomas del rabdomiosarcoma, que me había llenado completamente los senos paranasales con una especie de mucosidad que me impedía respirar por la nariz, generaba un constante sabor desagradable en la garganta provocando arcadas y evitando que me alimente con normalidad, y disminuyó mi audición considerablemente.

Al salir de la operación y volver a casa después de unos días de internación, era un joven nuevo. Había recuperado mis sentidos, recuerdo oler la madera de las escaleras y que me generara la sensación de que era la primera vez que pisaba esa casa. Al fin pude saciar mi sed con un vaso de gaseosa. Era un constante redescubrimiento de aromas y sabores. Por fin, después de tantos meses, estaba cómodo con mi ser.

En la primer visita a la oncóloga después de la operación, ella ya estaba planeando los siguientes movimientos, que eran la quimioterapia y radioterapia. Al parecer, la cirugía solo era el primer golpe, en una serie de golpes para destruir completamente al tumor. Yo no estaba muy informado y la noticia me había caído como un balde de agua fría. Solo quería descansar y disfrutar de mis renovados sentidos.

Esta batalla recién comenzaba.
Y yo solo podía pensar en aquel nene en cuarto grado, que no tenía idea de lo que era el cáncer.
Que no veía esta enfermedad más que como un argumento dramático para el cine.
Que solo había escuchado esta palabra relacionada con los abuelos de la gente que conocía.
Que sentía esta situación tan ajena e incomprensible que le era imposible relacionarla con su vida.
Soy un nene que recién está en cuarto grado, esto no me puede pasar a mi.
A mi no.


Rorro


viernes, 17 de mayo de 2019



ANGEL NO VALORADO



Me gusta la gente que me sigue el juego
Así es como enciendo el fuego
No importa lo que digan los demás
Caminando a tu paso llegarás
Si no vas a sumar mejor no restar
Mírate un poco antes de hablar
Nunca estás feliz y llorás
“Soy un ángel que no es valorado”
A lo mejor sos un poco cuadrado
Mis formas son las mejores
No se admiten excepciones
Yo doy todo y el mundo no me da nada
Lo que dicen los demás son puras pavadas
Vos sos el más inteligente
Pero, ¡ey! ¿Dónde está toda la gente?
Solito en tu habitación no te parás de quejar
¿Por qué conmigo nadie quiere jugar?
Soy atento y comprensivo
Pero también el más vivo
Si estás conmigo eso no se discute, amigo
El mío es el más grande ombligo
Vos no debés estar mal
Seguro es porque sos genial
Todos envidian tu compañerismo
Tu bondad es un gran abismo
Del que no te salvás ni vos mismo.

                                                             
RORRO