martes, 28 de junio de 2016

                            Teoría del Vago






Desde tiempos inmemoriales el esfuerzo y el trabajo han sido motivo de orgullo. En cambio, el ser vago es una razón para sentir vergüenza. Hay que tratar de ocultarlo de cualquier forma.
Formas de las cuales son usadas frases como estas: "Si, estoy levantado desde las 7, no paré de laburar en todo el día, me muero de sueño" (Se levantó a las 2 de las tarde y no paró de ver Game of Thrones hasta la cena. Comió y siguió con la maratón el resto de la madrugada. Volvió a levantarse a las 2 de la tarde al siguiente día.) O también : "¿Me alcanzás el control remoto?" ( Está en la mesa ratona al lado suyo pero se encuentra acostado y tomarlo significaría hacer un leve esfuerzo abdominal, el cual no está dispuesto a ejercer y prefiere mantenerse con la TV apagada.)
Estas y muchas otras frases pueden delatar a un vago, pero yo me pregunto: ¿Realmente el ser vago es una fácil profesión?

El que elige ser trabajador cumple un horario, acata ordenes, no tiene que esforzarse en pensar por si mismo, recibe recompensa financiera, y tiene aceptación social.
Nadie le cuestiona por qué está cansado o por qué decide no concurrir a tal evento de entretenimiento.
El que elige ser vago está perdido en su horario, duerme mal, no recibe recompensa financiera, es solitario, es casi imposible que pueda seducir a una mujer sin estabilidad económica ni plan a futuro, es constantemente criticado socialmente, no merece respeto y no tiene derecho de estar cansado o triste por ningún motivo.
Sus opiniones no cuentan. Es la nada existencial.

Ahora, ¿les sigue pareciendo una cómoda decisión la alternativa de ser vago? En cuanto a cómo lo veo, ponerse en esa postura requiere una enorme determinación, buscar la solución fácil solicita una mayor cantidad de inteligencia que elegir la larga y difícil respuesta, así como Messi en dos movimientos te resuelve una jugada, el vago usa el cerebro con habilidad para encontrar la salida sencilla, en cambio, el que se decide por la respuesta larga y difícil, necesita volver hacia atrás con una excesiva cantidad de pases para lograr concretar la jugada.

Existe también la creencia de que el vago es ignorante y estúpido por naturaleza. Nada más alejado de la realidad. ¿Quién más sino la persona con exceso de tiempo libre va a poder leer infinita cantidad de libros? ¿Encontrar ilimitada información que se le presente y que pueda detenerse a consumirla? ¿Conocerse a si mismo y a otros ya que desarrolla una enorme capacidad de observación hacia la condición humana?

¿Por qué no se podría decir que los vagos son los filósofos del siglo XXI? ¿Acaso no son las personas que más se dedican a pensar?
Tal vez entre nosotros tenemos una sabiduría que no estamos apreciando por culpa de los mandatos de esta nueva sociedad. 
¿Habrá genios que no están siendo valorados sin que nos demos cuenta?

Desde ahora, quiero que pienses que cuando alguien tiene fiaca de agarrar el control remoto que tiene al lado, dudes en llamarlo vago, porque tal vez acabás de toparte con un genio.

Iba a escribir una frase más pero me agarró mucha fiaca.






                                                                                           Rorrus 

viernes, 24 de junio de 2016

                                   Crimen



Al ser desterrados del Paraíso, Adán y Eva concibieron a Caín y más tarde a Abel. Caín se dedicó a la agricultura, mientras que su hermano menor al pastoreo. Ambos hermanos presentaron sus sacrificios a Dios en sus respectivos altares, al verlos, la ofrenda elegida fue la de Abel. Dios había elegido a su favorito. Caín, lleno de celos incontrolables, cometió el primer asesinato de la historia, al matar a su hermano Abel.


Este relato me recuerda a dos hamsters que tuve hace muchos años. Carlitox y Pepe Veras. El primero fue bautizado así por un personaje del dibujo animado de Internet: Alejo y Valentina, y el segundo por otro dibujo animado: Los Padrinos Mágicos.
Carlitox era más gordo que Pepe Veras, no hacían mucho más que vivir en su jaula. De vez en cuando, Pepe Veras intentaba escapar escalando por la rueda hasta el techo de su cárcel, pero solo llegaba a asomar su patita. Y así repetía esta secuencia una y otra vez, sin éxito.

Con el tiempo, en casa nos fuimos aburriendo de estos animales, no son criaturas muy interesantes. Y tampoco podés encariñarte emocionalmente como con los perros o gatos.
Se convirtió en una rutina aburrida, darles de comer y chequear cada tanto cómo estaban.

Parecía que nunca iba a pasar más que eso con estos animalitos, hasta que un día, algo que nadie esperaba sucedió.
Pepe Veras había desaparecido. No se lo veía por ningún lado de la jaula. Solo estaba Carlitox ahí parado como si nada. ¿Cómo era posible? ¿Realmente había logrado escapar trepando por la rueda? El techo cubría la jaula con barras de metal, era físicamente imposible. No podíamos entenderlo. ¿Dónde estaba Pepe Veras?

Hasta que comenzamos a notar, Carlitox estaba muy quieto, como si ocultara algo, no era normal en él la quietud.
Nos acercamos y pudimos ver que estaba parado sobre algo, hicimos que se mueva a un lado. Si. Ahí estaba. Pepe Veras estaba muerto. Su cara tenía sangre. Había rastros de lucha. Carlitox había cometido el primer asesinato de su mundo, su pequeño mundo de barras de metal. Y no solo asesinó a Pepe Veras, lo cubrió de aserrín y se paró sobre él. Ocultaba la evidencia. Sabía que había cometido un crimen.

¿Por qué habrá pasado esto? pensé. ¿Qué conversaciones en su idioma de hamster habrán tenido para llegar a esto? ¿Habremos mostrado favoritismo hacia Pepe Veras cual Dios a Abel y provocando así los celos de Carlitox que desembocaron en asesinato? Nunca lo sabremos. Pero ahora sé que no debo juzgar a ninguna criatura de aburrida.

Porque hasta en un diminuto mundo, el quinto mandamiento puede ser roto. Hasta en dos pequeños hamsters podés encontrar una historia de crimen. Solo tenés que mirar. 



                                                                                        
                                                                                          Rorrus
  

jueves, 23 de junio de 2016

                    19 de Diciembre de 2013





La última quimioterapia a la que me sometí fue el día 19 de Diciembre de 2013.
Fue un día especial. Ya hace muchos años que venía viviendo las experiencias de recibir químicos potentes para conservar la salud. Ya adelgacé. Ya vomité. Ya me quedé sin un pelo en todo mi cuerpo. Ya lloré. Pero este último año en particular viví todo el tratamiento con una energía firme y luchadora, después de tantos años, este era mi territorio.

Sabía como me iba a sentir, sabía cuanto iba a doler el pinchazo, sabía cuanto faltaba para volver a casa, sabía qué hacer para distraerme. El humano como con todas las experiencias, encuentra como adaptarse.

Es difícil describir como se siente recibir quimioterapia, solo el que lo vive lo puede saber, pero voy a intentarlo.
Imagínense la peor borrachera que hayan tenido en su vida, y multiplíquenla por mil. En la borrachera, uno tiene la ventaja de que está adormilado, perdido, tiene momentos de inconsciencia y momentos de despertares, pero bajo los efectos de la quimioterapia, uno está en plena consciencia.
Todo ese sufrimiento, toda esa nausea constante, toda esa sensación de debilidad física, en el que cada movimiento es un castigo, se percibe completa y totalmente en tu mente. No hay escapatoria. Para colmo, tu olfato pareciera convertirse en el de un sabueso, y sentís los perfumes, los olores de la comida, de las medicaciones, con una claridad nunca antes sentida, y por supuesto, te dan más nauseas.

Ahora, no solo es físico el sufrimiento de una quimioterapia.
Los desgastes del cuerpo se van haciendo cada vez más evidentes, no solo se revoluciona por dentro, sino también por fuera. Adelgazas como nunca antes adelgazaste, y si ya eras delgado antes de todo esto, ahora vas a ser un esqueleto, símbolo perfecto de como te sentís. Pero esto no es lo peor. Cuando perdés todo tu pelo, ya no sos quien eras, te convertís en tu enfermedad, así te definen con las miradas, y así terminás definiéndote. Uno ya sabía que el cabello iba a caer, pero increíblemente hasta que no te pasa, no acabas de saberte enfermo. Es el último golpe de realidad, en cada espejo, en cada ventana de auto, en cada mirada ajena, es como si el cáncer te tomara de la cabeza y te dijera: "Ahora sos esto, acéptalo."
Y no querés aceptarlo. Y llorás. Pero la realidad no cambia llorando. Así que te levantás y vas a recibir tu quimioterapia.
Aunque te sientas destruido, sin energías, sin animo, siendo casi un anciano, porque querés vivir.

Y el 19 de Diciembre de 2013 en particular, tenía ganas de vivir.
Era la última quimioterapia que recibía antes de hacerme los estudios correspondientes, después de todo un año de tratamiento. Así que la recibí con buen humor, volví a casa y no sentí las clásicas nauseas, pude comer sin devolver nada, miré una película: "It´s kind a funny story" que me hizo sentir una linda energía, de que lo mejor está por venir.
Más tarde, escuché repetidas veces una canción que nunca sentí con tanta felicidad y adrenalina como ese día: "You get what you give" de los New Radicals. Sentía que el mundo era mio. Que ya nada podía lastimarme. Que iba a lograr cualquier cosa que me propusiera. Es una carta mágica esta de sufrir hasta casi ser nada, carta que los simples civiles no comprenden.
La inconfundible sensación de ferocidad. Nada puede destruirte después de esto.

Con el ferviente optimismo que me corría por las venas me puse a hacer un simple dibujo de mi (cosa que nunca hacía porque la quimioterapia me cansaba demasiado hasta para sentarme a dibujar) en el que escribí la frase: "Jueves 19 de Diciembre de 2013: ¿Última quimioterapia de mi vida? No lo sé. Pero voy a ser FELIZ."

Hasta ahora fue la última. Estoy hace 3 años libre de enfermedad. Pero jamás volví a tener la claridad y optimismo que tuve el 19 de Diciembre de 2013.


                                                                                      

                                                                                         
                                                                                        Rorrus
 
    

martes, 21 de junio de 2016

                      Mi Equipo Nunca Gana






Mi equipo nunca gana. Todos los sábados juego con mis amigos un torneo de fútbol de ex-alumnos. Nunca ganamos. He jugado torneos en la secundaria desde el séptimo grado. Nunca ganamos. Lo más alto que hemos llegado es salir 5° en un torneo de cinco equipos. Muchos empezarían a tener vergüenza y elegirían cambiar de actividad, pero yo no.
Y eso que puedo encontrar motivos para avergonzarme de sobra. Como la vez que ganábamos 7 a 0 y terminamos empatando 7 a 7, o aquella vez que ganábamos 3 a 2 y en el minuto final un lateral rival es enviado al área donde nuestro arquero intenta despejar la pelota con un puñetazo que termina desviando el balón hacia el ángulo del propio arco. Y acá solo estoy hablando de empates. La cantidad de veces que nos han goleado, que digo goleado, que nos han violado. Nos han ultrajado y sodomizado infinitas oportunidades. Si fuéramos una mujer nuestro órgano sexual sería tan ancho como la 9 de Julio y tan profundo como la Avenida Rivadavia.

Nos han llegado a conocer como la prostituta del torneo, hacíamos debutar a los nuevos equipos con una victoria asegurada.

En un punto comenzamos a considerar si es que en realidad nos gustaba el sadomasoquismo. Era entregar dinero de nuestros propios bolsillos para ser penetrados y golpeados repetidas veces sin siquiera una caricia, un halago, un poco de amor.

La piedad no era algo que nuestros rivales utilizaran, así que cada situación en que podían insertar la pelota en nuestras redes, lo hacían, sin más.

Entonces, ¿por qué sigo jugando? Sigo jugando por todo lo que un torneo conlleva. La rutina de saber que el sábado veo a mis amigos y juego al fútbol, más allá de ganar o perder, más allá de las violaciones, es una reunión familiar, intima, donde charlamos como antes en la escuela, sin celulares, sin videojuegos, sin películas, sin tecnología de por medio. Reímos y hacemos actividad física.
Es un lugar en el que desde que empieza el primer minuto hasta el ultimo del partido, lo único que importa en todo el universo, es lo que pasa dentro de la cancha.

¿De cuantos lugares podes decir lo mismo? ¿De cuantos lugares podes conseguir esa capacidad de concentración que requiere un partido?

Cuando estás ahí, jugando, prácticamente dejás de tener conciencia de las personas que viste antes que estaban sentadas en las gradas, esas personas desaparecieron. Ya no están más. Pero la pelota si. Tus amigos si. Tus rivales si. Y nada más.

Entonces, ¿Cómo no voy a seguir eligiendo esta rutina? ¿Cómo no voy a seguir eligiendo ver a mis amigos cada sábado? ¿Cómo no voy a seguir pagando para que me sodomicen?

Mi equipo nunca gana. Y tal vez nunca lo haga. Pero yo voy a estar ahí. Siempre.


                                                                                    
                                                                                         Rorrus 

lunes, 20 de junio de 2016

                Memorias de un Paciente




¿Qué cosa es lo que más mira un paciente?


El techo.
No hay cosa que más mire un paciente en toda su trayectoria de enfermo que el techo.
En cada internación, en cada traslado de camillas, en cada operación, el paciente mira firmemente el techo, casi autista, casi idiota, intentando abstraerse de su alrededor.
Intentando recordar aquella película que le gusta, aquella canción que disfruta, como si su vida no peligrara, como si el final de la existencia no fuera una opción, el paciente piensa en qué capitulo se había quedado en su serie: "¿Era el 12 o era el 13?". Imagina lo que podría pasar en el siguiente. Inventa los posibles destinos de los personajes. Las enfermeras llegan con sus agujas, con sus sueros y con ese veneno salvador, mitad enemigo mitad héroe.
El momento del dolor está por comenzar, y el paciente piensa que si, que seguro era el capitulo 13 el que seguía por ver. El inconfundible sonido y olor a guantes de látex le advierte que la amenaza se acerca. El paciente mira con aun más firmeza el techo pensando en que si, seguramente Walter White va a lograr matar a Gustavo Fring, es el protagonista de la serie, sino no tendría sentido. Sigue mirando el techo y piensa: "¿Algo tendrá sentido?".
La aguja toca su escuálido brazo pinchando venas con muchas peleas encima, tienen una larga carrera.
Es el momento de contener la respiración y observar el techo como nunca, apretar el puño como si estuviera a punto de golpear a la persona que más odia en todo el universo.

"Ya casi estamos, ya casi estamos" dicen las enfermeras y el paciente piensa que siempre "casi está, pero nunca está", obviamente sin despegar la vista del techo.
Una mano de familia aprieta la suya para ayudar pero no le alcanza, el paciente sabe que esta no es la primera ni la ultima vez que vive esta experiencia, y ese dolor, es el peor de todos. 

La aguja ya está adentro, y ese brazo, imposibilitado por los siguientes 3 días.

El olor a látex se va desvaneciendo, la mano de familia afloja y se suelta, pero el techo, el techo siempre está ahí.


                                                                          
                                                                                      Rorrus