lunes, 7 de noviembre de 2016

                        Los Elegidos




Un día en que Benjamín faltó al contraturno fue cuando se enteró de la verdad.
 Sus amigos eran unos pelotudos.
A la tarde, Benjamín acudió a clases como todas las tardes, sin tener idea de con qué se encontraría.
 En el rato libre antes de empezar la jornada estudiantil, Benjamín buscó a sus amigos para jugar, y se encontró con un escenario particular.
 Lautaro y Juan se encontraban muy emocionados con una piedra, se la pasaban mutuamente, y se notaba que cuando uno la tenía el otro esperaba su turno ansiosamente, casi con desesperación. A Benjamín le pareció extraño tanta excitación por una piedra. 

Continuó observando y vio a su amigo Andrés más atrás, con una ramita en su mano, agitándola como si fuera una espada. Se acercó a ellos y les preguntó: -¿Qué hacen? Al oír esto Lautaro y Juan emocionados le mostraron su piedra a Benjamín.
-Somos Los Elegidos. Dijo Lautaro con un brillo en sus ojos.
-¿Eh? Exclamó Benjamín sorprendido.
- La piedra mágica nos eligió. Somos Los Elegidos. Replicó Juan sonriendo. -¿La piedra qué? ¿Elegidos? No entiendo nada. Preguntó Benjamín mientras que fruncia las cejas. Andrés escuchó que hablaban de Los Elegidos y se acercó a la conversación. Juan se dispuso a explicar la situación: - Hoy en el contraturno estábamos jugando en el jardín del patio y nos encontramos con esta piedra que nos eligió. Nos dio poderes. A mi y a Lauti.
 Benjamín los miraba con total confusión. Lautaro agregó: - ¿Y te acordás del árbol grandote que está en ese jardín? Bueno, en la madera del tronco vimos como un dibujo que se formaba y que se parecía a Andy, estando en posición de pelea levantando una espada. Al instante en que Lautaro acabó de decir esto, Andrés posó con su ramita tal cual fue descripto su dibujo en el árbol. Benjamín lo miró un segundo con perplejidad.
- Andy encontró esa ramita al pie del árbol, justo debajo de su dibujo. Fue una señal, Andy también es uno de Los Elegidos. Dijo Juan orgulloso.

Una infinidad de pensamientos navegaron por la mente de Benjamín, pero solo atinó a decir: - ¿Me están jodiendo, no?
- Somos Los Elegidos, Benja. Aunque vos no lo creas. Dijo Lautaro a la defensiva. - Ahora vas a venirnos con que "los poderes" no existen, como siempre, nunca crees en nada. Agregó Juan irritado. Andrés se quedó duro escuchando la conversación. - Pero, osea, ¿es un juego, no? ¿Están jugando a que son Los Elegidos y que tienen poderes, no? Preguntó Benjamín mirando a ambos con desesperación, buscando un poco de cordura.
 - Cree lo que quieras, yo ya sé que la piedra es mágica. Dijo Juan con un aire de superioridad. 
 - ¿Como sabés?
- Tengo pruebas.
- ¿Qué pruebas?
- A la mañana perdí mi cartuchera y la piedra la encontró.
- ¿Como que "la encontró"? ¿La piedra se movió sola y la fue a buscar?
- Tiré la piedra al piso y ella me guió hasta la cartuchera.
- ¿Vos me estás diciendo que tirabas la piedra adelante tuyo y caminabas?
- Si. Y me encontró la cartuchera.
- Ah, pero vos sos un pelotudo en serio.
 Juan se puso colorado y gritó: - ¡Vos estás celoso porque no sos uno de Los Elegidos! - Vamos, con este amargo no se puede hablar. Dijo Lautaro totalmente asqueado. Andrés solo movía la cabeza hacia ambos lados con una mirada de decepción. Los tres Elegidos se fueron a la otra esquina del patio, dejando a Benjamín solo. Este se quedó de pie mirando al suelo pensando en que tal vez tendría que haberles seguido el juego, después de todo, eran niños jugando, algunos con más imaginación y otros con menos.

Después de este incidente, Benjamín se quedó sin amigos, y ante su insistencia, su madre lo cambió de división con la esperanza de que encuentre nuevas amistades. Ya en su nueva clase, Benjamín se enteró de un rumor de que unos chicos de otro grado se habían peleado en el aula por una piedra y habían dejado de ser amigos. 

Benjamín, que estaba estudiando Física, leyó una frase de Albert Einstein y sonrió: "Hay dos cosas infinitas: el Universo y la estupidez humana. Y del Universo no estoy seguro."






                                                                                           
                                                                                          Rorrus

jueves, 3 de noviembre de 2016

                                Un Sueño





Subo las escaleras que tantas veces recorrí. No estoy solo, tengo la compañía de dos amigos de toda la vida. Entro a la habitación que habito actualmente, ese lugar donde mis pensamientos fluyen como el agua de un mar, donde consumo las historias que me apasionan y la música que me hace volar.

Mi cama no está, en vez de eso hay unos almohadones con unas hermosas mujeres encima, están desnudas y parecen estar bajo el efecto de algún estupefaciente, se comportan raro, se encuentran sentadas, como danzando en una especie de trance. Sus ojos se ven relajados y suaves, no parecen haber registrado nuestra llegada.

Noto que aspiran algo de sus manos. Al hacerlo mueven la cabeza con violencia, sus ojos se cierran y su danza toma más velocidad. Estaban consumiendo cocaína. Una de las mujeres estira su mano, que tiene polvo blanco, y me la muestra como invitándome a aspirarla. Tengo curiosidad. Quiero saber cómo se siente, mi mirada brilla con entusiasmo, me acerco a la mujer, miro a mis amigos y noto que ellos decidieron quedarse a un costado, me miran con desaprobación.
          
Vuelvo mi vista hacia la chica, tomo su mano y aspiro la cocaína en ella. Siento una patada increíble en mi cerebro, mis pupilas se agrandan, tengo una euforia incontenible, soy invencible. De pronto tengo muchas ganas de tener relaciones con esta mujer, veo sus pechos desnudos y me excito. Quiero que sea mía. Mi cabeza mira hacia la ventana, que da al patio, y veo una cama con cuatro personas desnudas, dos hombres y dos mujeres. Uno de los hombres mantiene relaciones con las dos mujeres, el otro queda a un costado, en posición fetal, con la mirada perdida.

Mis ojos vuelven a la mujer de mi habitación, ella continua danzando en trance. Observo su cuerpo desnudo. Todo se vuelve nubloso, una oscuridad domina mi visión. La luz se apaga. Despierto.


                                                                                                 
                                                                                                                                                                                                Rorrus