"Smart people will understand it without asking and the smartest will enjoy it without understanding"
-Rorro
Historias, relatos y cuentos de Rorrus. A veces humorísticas, a veces dramáticas, a veces nada. Pero siempre algo.
martes, 22 de octubre de 2019
domingo, 25 de agosto de 2019
Tatoo
Durmiendo bajo lunas de algodón
Iluminados por corazones de neón
La lluvia cae y yo subo
Nunca dejo de buscar el rumbo
Mi mente duda todo el tiempo pero es humo
Solo soy libre cuando lo asumo
Busco sensaciones que me hagan bailar
Solo riendo logro brillar
¿Sabías que todo es un chiste?
Me lo contó un tipo con cara triste
Se rió y se cortó las venas con un cuchillo sin dientes
Yo no pude entender, parecía tan inteligente
Estaban todos serios y yo me empecé a reír de repente
Una frase vino a mi mente
"La vida es como un ciego que se hace un tatuaje
Es dolor sin recompensa"
Igual no me interesa, yo quiero dejar un buen dibujo
Para decorar este paisaje
Rorro
martes, 11 de junio de 2019
¿Por Qué?
Lo
peor de todo es el sin sentido.
Si
uno tiene un accidente automovilístico porque un conductor ebrio lo choca, sabe
que puede culpar a la irresponsabilidad de la persona que decidió manejar y
consumir alcohol. Si uno es víctima de un robo puede culpar al ladrón. Si uno
recibe accidentalmente un disparo de un oficial puede culpar a su mala praxis
policial.
Pero,
¿a quién puede culpar una persona que descubre que padece de cáncer? (Si,
sabemos que si uno fuma a la larga puede derivar en cáncer de pulmón). Pero en
este caso, me refiero a un tumor embrionario, que no aparece por vicios, mala
alimentación o contaminación ambiental. Uno puede desarrollarlo o no, a
cualquier edad.
Imaginen
que un niño de 13 años, de clase media, sin una vida particularmente
estresante, que no tuvo el tiempo lógico para formarse como ser humano y no
podía aún ser considerado como “buena” o “mala” persona (para así si hablamos
en un término más místico podríamos referirnos al “karma” como una excusa,
justificando su enfermedad como un castigo por su negativo desempeño como
persona) pero no. No había una razón para que este niño sufra todo lo que iba a
sufrir.
Este
niño era yo.
La
rutina se repetía cada dos semanas, me despertaba al mediodía, ya con una sensación
de angustia y una tensión en el estómago, que nunca se iba. Muchas veces
comenzaba a vomitar desde mi casa, sin haber recibido nada de quimioterapia
aún, y no paraba hasta volver de la internación. Llegaba el momento en que mi
padre me llevaba en el auto, junto con mi madre y mi hermano, hasta la clínica Bazterrica.
Era un trayecto desde Sarandí hasta Palermo, así que teníamos poco más de una hora de viaje. Yo miraba por la ventana, las casas, los edificios, la gente
conversando, los perros de la calle, todos los detalles de la ciudad.
Y
deseaba con todas mis fuerzas no llegar.
Durante
todo el camino con lo único que fantaseaba era que pasara algo, una
manifestación, un accidente de tránsito, cualquier cosa que les haga decir a
mis padres: “Bueno, hoy ya no llegamos, volveremos mañana, vamos a casa.” Y poder
disfrutar de la sorpresa de la rutina alterada, para así volver a respirar con
alivio al no sentir esa tensión en el estómago, aunque sea un rato.
Yo
estaba consciente que la quimioterapia era justamente lo que debía hacer para
curarme, para volver a tener una buena calidad de vida, para poder vivir. Pero el
sufrimiento de estar internado, vomitando, sin poder dormir por días, había llegado
a un punto en el que no podía soportarlo más. Estaba desesperado por una
tregua. Era como un perro perdido en el mar que ya no tenía energía para seguir
pataleando al intentar no ahogarse y buscaba una superficie, algo, a lo que
aferrarse unos segundos, para poder descansar.
Pero
siempre llegábamos a la clínica.
La
rutina nunca se alteró. Subía por el ascensor, llegaba al piso de pediatría,
entraba a la habitación y veía la cama que iba a ser mi hogar por los
siguientes tres días, sábanas blancas, un colchón firme pero no amigable y una
almohada demasiado inflada. A veces, con solo llegar a la habitación, me
sentaba y me largaba a llorar, buscaba en los ojos de mis padres algún consuelo
pero solo encontraba la misma tristeza e incertidumbre que había en los míos.
Por
fin llegaba el momento de colocar la vía, yo lo sentía como si me estuvieran
encadenando a la cama. Significaba que por los siguientes días no iba a poder
moverme con libertad.
Se
hacía la noche, el silencio era constantemente interrumpido por las maquinas
que me administraban la medicación. El tiempo era infinito y doloroso. Mi mente
sin dormir solo repetía la misma pregunta una y otra vez:
“¿Por
qué?”
Pero
nadie me respondía.
Rorro
viernes, 7 de junio de 2019
A Mi No
Creo
que estaba en cuarto grado.
Fue
una de esas charlas que iban a tomar importancia, años después, solo en mi
mente.
Todavía
no entendía el concepto de cáncer.
Solo
era una palabra relacionada con otros, viejos, personajes de películas, todo
aquel que no era yo ni mis amigos.
Estábamos
en la inocencia total, nuestras preocupaciones eran que nos vaya bien en la
escuela y no perdernos los dibujos animados en la tele.
No
sé cómo surgió la conversación, quien sacó el tema o por qué, pero hubo un día
en el que nos encontramos hablando sobre el cáncer.
Alguien
mencionó que era una enfermedad posible en todos nosotros, que de alguna forma
se “activaba” o no por distintas razones. Recuerdo sentir una especie de miedo
al enterarme de eso. Pero, a la vez, me parecía algo tan lejano e imposible en
mi vida. Yo era un nene inocente que le gustaba dibujar y ver películas. No me
podía pasar nada.
A
mi no.
Todo
esto vino a mi mente mientras la oncóloga iba escribiendo en una hoja el plan a
seguir con todas las sesiones de quimioterapia que me esperaban el resto del
año.
Yo
no lo podía entender, acababa de operarme, creía que con eso bastaba. Al fin me
había librado de los horribles síntomas del rabdomiosarcoma, que me había llenado
completamente los senos paranasales con una especie de mucosidad que me impedía
respirar por la nariz, generaba un constante sabor desagradable en la garganta
provocando arcadas y evitando que me alimente con normalidad, y disminuyó mi
audición considerablemente.
Al
salir de la operación y volver a casa después de unos días de internación, era
un joven nuevo. Había recuperado mis sentidos, recuerdo oler la madera de las
escaleras y que me generara la sensación de que era la primera vez que pisaba
esa casa. Al fin pude saciar mi sed con un vaso de gaseosa. Era un constante
redescubrimiento de aromas y sabores. Por fin, después de tantos meses, estaba cómodo
con mi ser.
En
la primer visita a la oncóloga después de la operación, ella ya estaba
planeando los siguientes movimientos, que eran la quimioterapia y radioterapia.
Al parecer, la cirugía solo era el primer golpe, en una serie de golpes para
destruir completamente al tumor. Yo no estaba muy informado y la noticia me había
caído como un balde de agua fría. Solo quería descansar y disfrutar de mis
renovados sentidos.
Esta
batalla recién comenzaba.
Y
yo solo podía pensar en aquel nene en cuarto grado, que no tenía idea de lo que
era el cáncer.
Que
no veía esta enfermedad más que como un argumento dramático para el cine.
Que
solo había escuchado esta palabra relacionada con los abuelos de la gente que conocía.
Que
sentía esta situación tan ajena e incomprensible que le era imposible
relacionarla con su vida.
Soy
un nene que recién está en cuarto grado, esto no me puede pasar a mi.
A
mi no.
Rorro
viernes, 17 de mayo de 2019
ANGEL NO VALORADO
Me
gusta la gente que me sigue el juego
Así
es como enciendo el fuego
No
importa lo que digan los demás
Caminando
a tu paso llegarás
Si
no vas a sumar mejor no restar
Mírate
un poco antes de hablar
Nunca
estás feliz y llorás
“Soy
un ángel que no es valorado”
A
lo mejor sos un poco cuadrado
Mis
formas son las mejores
No
se admiten excepciones
Yo
doy todo y el mundo no me da nada
Lo
que dicen los demás son puras pavadas
Vos
sos el más inteligente
Pero,
¡ey! ¿Dónde está toda la gente?
Solito
en tu habitación no te parás de quejar
¿Por
qué conmigo nadie quiere jugar?
Soy
atento y comprensivo
Pero
también el más vivo
Si
estás conmigo eso no se discute, amigo
El
mío es el más grande ombligo
Vos
no debés estar mal
Seguro
es porque sos genial
Todos
envidian tu compañerismo
Tu
bondad es un gran abismo
Del
que no te salvás ni vos mismo.
RORRO
lunes, 7 de enero de 2019
Suscribirse a:
Entradas (Atom)