martes, 21 de junio de 2016

                      Mi Equipo Nunca Gana






Mi equipo nunca gana. Todos los sábados juego con mis amigos un torneo de fútbol de ex-alumnos. Nunca ganamos. He jugado torneos en la secundaria desde el séptimo grado. Nunca ganamos. Lo más alto que hemos llegado es salir 5° en un torneo de cinco equipos. Muchos empezarían a tener vergüenza y elegirían cambiar de actividad, pero yo no.
Y eso que puedo encontrar motivos para avergonzarme de sobra. Como la vez que ganábamos 7 a 0 y terminamos empatando 7 a 7, o aquella vez que ganábamos 3 a 2 y en el minuto final un lateral rival es enviado al área donde nuestro arquero intenta despejar la pelota con un puñetazo que termina desviando el balón hacia el ángulo del propio arco. Y acá solo estoy hablando de empates. La cantidad de veces que nos han goleado, que digo goleado, que nos han violado. Nos han ultrajado y sodomizado infinitas oportunidades. Si fuéramos una mujer nuestro órgano sexual sería tan ancho como la 9 de Julio y tan profundo como la Avenida Rivadavia.

Nos han llegado a conocer como la prostituta del torneo, hacíamos debutar a los nuevos equipos con una victoria asegurada.

En un punto comenzamos a considerar si es que en realidad nos gustaba el sadomasoquismo. Era entregar dinero de nuestros propios bolsillos para ser penetrados y golpeados repetidas veces sin siquiera una caricia, un halago, un poco de amor.

La piedad no era algo que nuestros rivales utilizaran, así que cada situación en que podían insertar la pelota en nuestras redes, lo hacían, sin más.

Entonces, ¿por qué sigo jugando? Sigo jugando por todo lo que un torneo conlleva. La rutina de saber que el sábado veo a mis amigos y juego al fútbol, más allá de ganar o perder, más allá de las violaciones, es una reunión familiar, intima, donde charlamos como antes en la escuela, sin celulares, sin videojuegos, sin películas, sin tecnología de por medio. Reímos y hacemos actividad física.
Es un lugar en el que desde que empieza el primer minuto hasta el ultimo del partido, lo único que importa en todo el universo, es lo que pasa dentro de la cancha.

¿De cuantos lugares podes decir lo mismo? ¿De cuantos lugares podes conseguir esa capacidad de concentración que requiere un partido?

Cuando estás ahí, jugando, prácticamente dejás de tener conciencia de las personas que viste antes que estaban sentadas en las gradas, esas personas desaparecieron. Ya no están más. Pero la pelota si. Tus amigos si. Tus rivales si. Y nada más.

Entonces, ¿Cómo no voy a seguir eligiendo esta rutina? ¿Cómo no voy a seguir eligiendo ver a mis amigos cada sábado? ¿Cómo no voy a seguir pagando para que me sodomicen?

Mi equipo nunca gana. Y tal vez nunca lo haga. Pero yo voy a estar ahí. Siempre.


                                                                                    
                                                                                         Rorrus 

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